El otro día me llegó un email titulado: ¿Por qué en China no hay cáncer de mama? En él se explicaba la historia real de una profesora llamada Jane Plant, quien sobrevivió a 5 cánceres suprimiendo todo producto lácteo de su alimentación. Asegura, como recogió en su libro, que a los pocos días de no tomar ningún producto con lactosa el tumor empezó a retroceder como por arte de magia desapareciendo finalmente a las seis semanas.

Me gustaría desmentir el mito que envuelve la leche, ¿es realmente tan buena como se dice? ¿O en realidad es perjudicial para nuestro organismo?

Actualmente han sido promovidos algunos artículos en materia de medicina alternativa que hablan sobre la negatividad de consumir este producto, atribuyéndole una alta peligrosidad: Asma, cáncer de mama, de pulmón, de ovario y un sinfín de enfermedades más.

El ser humano es el único mamífero que consume leche una vez superada la fase de lactancia y, en nuestra sociedad, este hecho se remonta a la edad media. En la cultura occidental la leche es un icono de salud y bienestar, mientras que en la cultura oriental es un producto altamente peligroso. ¿A quién debemos hacer caso? Pues bien, en realidad la leche es un buen producto, un alimento nutritivo y muy correcto, pero no es ni tan bueno ni tan malo como nos lo pintan. Es una importante fuente de calcio, no solamente porque lo contenga, sino porque este es muy biodisponible, ya que encontramos otros componentes que favorecen su absorción, tales como la lactosa, la grasa láctea y la vitamina D.

En contrapartida no es un alimento indispensable, ya que otros derivados lácteos como el yogur o el queso, bebidas vegetales enriquecidas o las nueces, por ejemplo, también nos aportan cantidades correctas de calcio. Para llegar a los requerimientos diarios necesarios de este elemento y evitar cualquier carencia de calcio necesitaríamos tomar a lo largo del día un vaso de leche, un yogur y 60 gramos de queso semidesnatado.

Lo curioso del caso es que la cultura china critica este alimento, pero su producción en granjas data del 2000 a.C., donde no solo se la bebían, sino también fueron los primeros productores de helado, el postre predilecto de muchos habitantes del planeta.